Mes de la Mujer – Taliana Vargas
Todos los días, las mujeres me sorprenden con su empezar de cero las veces que sean necesarias, sin importar su edad, raza o condición económica.
Por: Taliana Vargas
Hace unos meses, o creo ya un año y varios meses, la sorpresa me la dio mi mamá: experta en empezar de cero, 54 años, dos divorcios, cinco hijos y dos nietos. La veo y solo puedo pensar que es realmente inspiradora… Recién separada, me dice que lo que más desea es volver a vivir en Colombia –de donde se fue hace 20 años– y que quiere tener un emprendimiento en el que su mamá, Nitta, sea su inspiración. O sea, a ella la inspira su madre y a mí, la mía. Sí, con la dulzura alegre de mi abuela y mi madre nace @nittaabello, cuyas joyas hechas a mano en plata o en oro reflejan una feminidad con oración.
Estas dos mujeres de fe sin tambalear y alegría de vivir, son realmente mi gran fortaleza. Mi abuela falleció hace casi dos años, pero su mente se había ido antes. De ella aprendí que si tenemos que quitarnos los zapatos en la calle y seguir descalzas por ayudar a alguien, no es extraordinario, sino normal; que compartir todo lo que se tiene o quedarnos sin lo que tenemos, es normal; y que pensar en los necesitados para ayudar es con acciones y de cada día, no de vez en cuando. Aprendí de ella el verdadero dar.
Momentos muy duros la he visto vivir y ella, como mi abuela, saca su fuerza interna y su amor a Dios, y se levanta con la cabeza erguida y sonriente, la bandera de la paz en la mano y una cumbia en el pensamiento.
Mi madre es igual: todo lo regala, todo lo comparte con alegría real. Su agradecimiento a Dios es permanente y parece que va por la vida con una bandera de la paz en sus manos y la bambolea al son de unos tambores de una cumbia que lleva latiendo en su corazón permanentemente. Ella, se puede decir, ¡baila hasta en sus pensamientos! Momentos muy duros la he visto vivir y ella, como mi abuela, saca su fuerza interna y su amor a Dios, y se levanta con la cabeza erguida y sonriente, la bandera de la paz en la mano y una cumbia en el pensamiento.
Después de unos meses viéndola luchar feliz con su emprendimiento, nos unimos en su pasión mis hermanas Ana Laura Vargas y Sofía Mefalopulos. Es un sentimiento muy tierno porque mi abuela, con sus colores, aromas y sabores, nos lleva a todos los recuerdos de nuestra niñez samaria; y, mi mamá, nos lleva a la realidad de la vida con sus batallas peleadas con el pecho diciéndonos, sin palabras, que cada día podemos empezar de cero.